Todos tenemos mínimo a dos o tres
personas cercanas que son fumadoras corrientes, que pueden gastar un paquete de
cigarrillos al día. Y también tendremos, para mayor desgracia y con suerte en
mucha menos medida, a algún familiar que ha sufrido o sufre la enfermedad de
Alzheimer o algún tipo de demencia. Y os preguntaréis, ¿qué relación tiene el
fumar con el alzhéimer? Según un artículo que leí esta última semana a través
de la revista Mente y Cerebro, podría haber una relación directa.
Como es bien sabido con la
enfermedad de Alzheimer, una buena parte de los casos acaecidos tienen una
etiología esporádica, pues no parece haber una causa principal adyacente a la
herencia. No obstante, si se sabe que su aparición es más común entre mujeres
mayores de 65 años y que coexiste con otras patologías como diabetes o
enfermedades cardiovasculares. En este sentido, también se conoce una posible
causa adyacente al estilo de vida como la actividad física y mental, dietas equilibradas o la presencia de hábitos nocivos como fumar que puede ser bastante
perjudicial.
Según el artículo leído en un
principio se pensaba que el hecho de fumar actuaba como un factor protector de
la enfermedad de Alzheimer, pues los estudios realizados no concluían en una
relación directa entre la aparición de esta demencia y la conducta de consumir
cigarrillos. Pero no se tomó en consideración que quizás los numerosos
fumadores morían de otras afecciones asociadas al consumo de tabaco como
enfermedades cardiovasculares, cáncer o alguna causa similar. Y en el
laboratorio tampoco se encontraron correlaciones favorables a la hipótesis
planteada en esta entrada de blog. De hecho los ensayos con ratones
transgénicos indicaban que los tratamientos con nicotina parecían indicar una
mejora en el curso de la demencia.
Pero pasemos a una explicación
más biológica para poder comprenderlo mejor. Al igual que en el cerebro humano,
en el de los ratones se albergan un grupo de neuronas con receptores
nicotínicos que naturalmente se activan con la presencia de nicotina y que
afectan en los procesos de memoria y atención. Lo que los investigadores
hicieron en los ensayos previos era administrar nicotina a los roedores para
que así desarrollaran Alzheimer y lo que se encontraron fue una mejora en su
capacidad cognitiva, además de un aumento de la supervivencia neuronal.
Así pues, se decidió comprobar si
existía una relación entre el hábito de fumar con la aparición de la demencia.
Estos investigadores, bajo la dirección de Claudio Soto, decidieron hacer un
procedimiento más aplicable a la vida humana. Seleccionaron ratones
predispuestos genéticamente para el alzhéimer. Es decir, de edad avanzada donde los problemas de memoria se hacen más evidentes, y donde en el cerebro se
encuentra una mayor cantidad de proteínas tóxicas, pérdida neuronal e inflamación
cerebral. El experimento duró 4 meses y durante ese tiempo, se les expuso a
diario el humo del tabaco que inhalaban en una cámara construida para ese fin,
en la que un cigarrillo permanecía encendido durante una hora a la vez que una
bomba succionaba el humo del cigarro y lo introducía en la cámara de nuevo. Con
esto lograban reproducir lo que ocurre cuando una persona fuma de tres a cuatro
cigarros al día. Para medir las diferencias, tomaron un grupo de control, con
las mismas características pero sin administrar la prueba del cigarrillo.
Pasados los cuatro meses el
grupo experimental presentaba en comparación con el grupo control una mayor
acumulación de proteínas tóxicas en el cerebro, además de una mayor infamación
en las áreas relacionadas con la memoria y el aprendizaje. Así pues se
encontró la evidencia empírica de que el hábito de fumar puede incrementar la
probabilidad de padecer la enfermedad de Alzheimer, adelantar su aparición, e
incluso empeorar los síntomas.
Si tuviéramos que extrapolar
estos resultados a la raza humana, este grupo de investigación afirma que un
fumador activo tiene el doble de probabilidad de padecer este tipo de demencia,
adelantar su aparición, y empeorar sus signos y síntomas.
No obstante, no hay más hallazgos
obtenidos con más detalle en cuanto a este factor. No se sabe ni se ha
identificado a día de hoy qué componente o combinación son los responsables de
este agravamiento. De igual forma, tampoco se sabe mucho acerca de los
mecanismos moleculares por los que fumar aumenta el riesgo de padecer Alzheimer.
Bibliografía:
Moreno González, Inés. Tabaco y
demencia. Mente y Cerebro. Enero/febrero
2014 Nº 64 p. 60-61.
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