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Adicción a las nuevas tecnologías

Imaginémonos que estamos en un bar tomando una cerveza con unos amigos hablando de las curiosidades que hemos visto a lo largo de la semana. Todo va bien, hasta que de repente, nos damos cuenta de que alguno de nuestros amigos no está atendiendo a la conversación porque está entretenido con el móvil.  En esta misma situación (con sus variantes) nos habremos visto la mayoría de nosotros. El Smartphone y el uso de redes sociales (Twitter, Facebook) o de mensajería instantánea (WhatsApp, Line, Telegram) ofrecen al usuario la posibilidad de estar en contacto con una lista de amigos virtuales y de reafirmar su identidad y mantener un contacto con los seguidores y/o amigos. Esto va unido a la creencia de sentirse más popular, al ver que la lista de amigos o de seguidores crece notablemente. Esto trae como consecuencia un aumento desmesurado de la autoestima, que en los casos más preocupantes, puede dar lugar al establecimiento de una falsa identidad y de la pérdida de contacto personal.


La población adolescente es la más afectada por este fenómeno debido a lo atrayente que resulta la facilidad de su uso, la respuesta rápida, las recompensas, la interacción, etc. Sin embargo, también puede presentarse en individuos más sensibles si la práctica es excesiva y en otros casos, a ocultar problemas psicopatológicos.

¿Y qué tipos de individuos son los que más padecen este tipo de trastorno?

Normalmente son personas que tienen ciertas características de personalidad o estados emociones relacionados con una alta impulsividad, disforia e intolerancia a estímulos placenteros (físicos y psíquicos). También individuos que buscan emociones fuertes que puedan quedar reflejadas en quebrantar  normas. Además, algunos trastornos previos, como depresión, TDAH o fobia social, pueden aumentar la conducta adictiva a las TIC. Tampoco nos podemos olvidar del contexto, pues el aislamiento social, o el relacionarse con un grupo habituado a utilizar en exceso estos aparatos también incitan el problema mencionado. Por último, también hay un grupo de personas que se sienten insatisfechas con su vida, que carecen de afecto consistente que unido a una timidez exagerada y una baja autoestima (otras características de personalidad), aumenta la probabilidad de “engancharse”.

Resulta fundamental hacer una distinción entre el buen uso, y el nocivo. Este último se da cuando el uso abusivo del Smartphone crea en el individuo dependencia, llegando a considerar el dispositivo como indispensable para la vida. Les produce ansiedad e irritabilidad (abstinencia) el no tenerlo a mano; afecta negativamente en la autoestima y en la capacidad de control, y además en las actividades sociales y habituales de la vida. Si le sumas el uso de la mensajería instantánea, pueden desembocarse problemas de exclusión social, malentendidos o pérdida de intimidad.

En un estudio realizado en 2011 por Ofcom en el Reino Unido, un 15% de los adolescentes encuestados admitía leer menos a causa el Smartphone; un 34% afirmaba que lo usaba durante las comidas, el 40% lo encendía nada más despertarse, y un 65% curioseaba el aparato mientras se reunía con otras personas.




También podemos observar otro rasgo característico en la conducta del adicto: se vuelve automático, se muestran emocionalmente activados y con poco control cognitivo sobre el acierto o error de la decisión. Se busca un beneficio inmediato, ignorando las repercusiones negativas que puedan darse a largo plazo.

Para prevenir este problema, debe enseñarse al adolescente a hacer un uso razonable de las TIC, educándole desde la infancia, mediante una adecuada planificación horaria de las tareas que deben hacerse durante el día. Otra estrategia radica en limitar el tiempo de uso ante el aparato (se recomienda 1 hora y media al día, excepto los fines de semana donde puede ampliarse). De igual forma, hay que educar a los jóvenes de que no den sus datos personales ni fotografías comprometedoras para así poder preservar la intimidad. Por último, los padres deben tener un mínimo control acerca de las páginas más usadas por los niños, y si es posible, interactuar con ellos en su mismo lenguaje. En este caso, es conveniente a que se desarrolle una comunicación más personal, limitando así el uso de las TIC, y potenciar aficiones como la lectura o el deporte.

En cuanto al tratamiento, éste se centra en el reaprendizaje del control de la conducta, aunque las vías de intervención tienen diferentes aspectos. A corto plazo se interviene en las técnicas de control de estímulos, cumpliendo los horarios, eludiendo los lugares de riesgo y limitando la frecuencia de conexión a internet.

A medio plazo, se pasa a una terapia de mantenimiento, actuando sobre la prevención de recaídas. Para lograr el máximo beneficio, se recomienda identificar situaciones de riesgo y aprender respuestas adecuadas para el afrontamiento de las mismas. En este sentido, los registros indican que cuando una persona ha estado uno o dos años alejada de la fuente de adicción, la probabilidad de recaída disminuye considerablemente, a la vez que aumenta la sensación de control sobre la conducta.


Por último, a largo plazo conviene solucionar problemas específicos como ansiedad, depresión, o problemas de pareja, introduciendo en el individuo nuevos estilos de vida para así hacer frente con éxito a las dificultades de la vida cotidiana y de obtener otras fuentes de gratificación.

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